lunes, 18 de febrero de 2013

Un paro necesario Por: Orlando Mejía Serrano* “Bienaventurados los pobres de escrúpulos porque de ellos será el reino de las multinacionales” Quino Y finalmente los trabajadores del complejo carbonífero Cerrejón se declararon en huelga, merced a la intransigencia de los directivos de la multinacional que se niegan a resolver un paquete de peticiones presentado por aquellos, las cuales no tienen nada de extraordinarias. En realidad lo que los obreros solicitan es apenas la construcción de unas circunstancias humanas mínimas para ejercer su actividad laboral en condiciones dignas. Piden, por ejemplo, el reconocimiento de las enfermedades profesionales, derivadas de la explotación de carbón, puesto que muchos de ellos han muerto o padecen enfermedades irreversibles-silicosis pulmonar, dermatitis severa, cáncer de pulmón, fibrosis pulmonar, entre otras-, por efecto de la exposición permanente al polvillo de carbón. La empresa, en vez de abrir los ojos a esta realidad terrible, ha acudido a los “alquimistas del derecho” para soslayar su responsabilidad y evadir los costos que se derivarían de tal reconocimiento. “Que se mueran”, parece ser su consigna. Exigen los trabajadores que el transporte ofrezca unas elementales garantías de confort para regresar a casa reposados después de una extenuante jornada laboral de 12 horas, pero la compañía insiste en transportarlos como banano de rechazo durante 5 o 6 horas largas. “Que amortigüen los riñones”, dice. Piden también que la multinacional cese la explotación descarada de los llamados trabajadores tercerizados, es decir, personas contratadas en condiciones desventajosas e inhumanas que, en la mayoría de los casos, devengan escasamente un salario mínimo. Su respuesta sobre el particular es categórica: “por nada del mundo… tenemos todo el derecho a avasallar a estos cerca de 10 mil desdichados”. Los trabajadores, así mismo, exigen que las ganancias extraordinarias que obtiene la compañía por la exportación del carbón -1.5 billones en la última vigencia- se reflejen en un incremento salarial justo. Pero Cerrejón se niega a considerar esta propuesta alegando la caída de los precios del carbón en los mercados internacionales, lo cual es escandalosamente falso puesto que la tonelada de carbón ha mantenido un rango de precios en los últimos 10 años que oscila entre los 85 y los US $100. Su propuesta al respecto es ridícula: 2.76% de incremento salarial. Pero la empresa alega, además, que sus aportes al país en materia de impuestos son sumamente generosos. Las cifras, sin embargo, la desmienten: entre el 2002 y el 2010, empresas mineras como Cerrejón debieron pagar una tasa de tributación sobre las utilidades de 35%, pero solo pagaron 8% por cuenta de las exenciones que ahí si generosamente decretó el gobierno Uribe. En otras palabras: les estamos pagando para que se lleven la riqueza "colombiana", como señala Guillermo Maya. Ahora bien: como los trabajadores de Cerrejón son también ciudadanos guajiros en ejercicio, y que en condición de tales padecen cotidianamente los mismos problemas y penurias que el resto de sus coterráneos, han incluido en su pliego de peticiones una serie de puntos que afectan al conjunto de los asociados. Piden que el proyecto de desviación del río Ranchería, por ejemplo, se cancele de manera definitiva por su alta inconveniencia social, ecológica y cultural. Pero la empresa no presta atención al reclamo porque sigue con los ojos puestos en los 500 millones de toneladas de carbón que yacen en el lecho del río. Su supuesta renuncia al proyecto de marras fue un simple por ahora. El plan sigue siendo explotar la veta a como dé lugar, no importa que ello implique arrasar todo a su paso: arboles, personas, animales, todo. Finalmente, los trabajadores abogan por los derechos de las poblaciones desplazadas por el expansionismo de la "multidañina", es decir, esa masa de personas arrancadas de cuajo de su solar nativo y arrojadas de manera inmisericorde y criminal a la vorágine de los centros urbanos donde entran a engrosar los cinturones de miseria sin mano alguna que las proteja. Y la compañía guarda un silencio ominoso… Estando presentes estas circunstancias, la huelga en Cerrejón es una coyuntura excepcional para que La Guajira toda haga oír su voz altiva y decidida y se sacuda de tanta opresión, de tanto atropello no sólo en lo que toca a las justísimas peticiones de los trabajadores sino también en lo que tiene que ver con las reclamaciones del departamento en general (el garrotazo de las regalías, por ejemplo). Y como es más que evidente que la llamada clase dirigente, encabezada por el presidente Santos, está decididamente inclinada a favorecer los intereses de la multiperversa es en la esfera de la ciudadanía en donde se puede dirimir el conflicto en favor del pueblo guajiro, por vía de un vigoroso movimiento de opinión, incluyente y civilista, que le abra campo a nuevas y mejores perspectivas laborales y sociales a los dueños de la riqueza con que hoy nos avasalla Cerrejón. *Gestor y periodista cultural, director de la revista ARTE Y PARTE